miércoles, 17 de octubre de 2012

DIANA MARCELA RINCON URRUTIA


Diana, hija única, alumna aplicada, adolescente juiciosa, sufría de anorexia. Con 22 años de edad, sus 1,67 metros de estatura, llegó a pesar 37 kilos. Intentó salir. Tuvo decenas de hospitalizaciones, de tratamientos con psicólogas, psiquiatras, nutricionistas. Lo intentó, pero llegó el momento en que ni su cuerpo ni su mente pudieron más. Un año antes de su muerte, como parte de una terapia de recuperación, Diana empezó a escribir su historia. Sin dejar sus compromisos con la universidad, donde estudiaba diseño gráfico, escribía día a día en el computador de su casa o en un portátil, si estaba en la habitación de un hospital. Saliendo del infierno tituló estos textos que, seis meses después de su muerte, se publican como memoria de su batalla.
“Mi dieta era durar tres días seguidos sin comer y comer un día, tres días nuevamente sin comida, y ya cuando el cuerpo no me daba más, volver a comerme algo".
"Llevo dos meses hospitalizada en la condición que para mí era la más patética a la que podía llegar: con una sonda para poder alimentarme y subir de peso de manera rápida y segura. ¡Qué ironía! Después de haber visto muchas imágenes por Internet de personas con una sonda por su nariz y haber pensado que eran obstinadas, tercas y caprichosas por llegar hasta ese punto, estoy en la misma situación. (...)”

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